Desde pequeños los niños escriben sus nombres en las aulas de los colegios en todos los rincones. Sus padres y docentes piensan que es solo para llamar la atención, pero detrás de ese supuesto llamado de atención hay un mensaje encubierto: el niño quiere ser reconocido, quiere ser nombrado, quiere ser alguien, quiere importar, sueña con ser grande, único. Pero un día, varios años después, todos esos sueños se vieron doblegados por una realidad paralela en la que no es nadie, y sufre el paso del tiempo porque cada día es una nueva decepción con sí mismo y con lo que esperaba ser.